martes, 6 de noviembre de 2012

Video: el arte de la metáfora


Va también la traducción:


El arte de la metáfora
Jane Hirshfield
 Al hablar, algunas veces decimos las cosas directamente: “voy a la tienda, regreso en cinco minutos”. Pero otras veces al hablar establecemos una especie de pequeña escena: “afuera llueven perros y gatos” decimos, o “siempre esperando a que caiga el otro zapato”. Las metáforas son una forma de referirse a unas cosas para describir  otras cosas, lo que puede parecer un desvío, pero no lo es. Ver, oír y probar, así es como conocemos en un principio cualquier cosa. El filósofo  William James describió el mundo de los recién nacidos como una confusión de zumbidos y florecimientos, las ideas abstractas empalidecen frente a  esas primordiales abejas y flores.
Las metáforas se piensan con la imaginación y los sentidos, el chile picante que contienen explota en la boca y en la mente. Son tan precisos que no nos detenemos a pensar en una gota de lluvia del tamaño de un gato o perro reales, pero si lo hago, estoy bastante  segura de que el perro debe ser muy pequeño, como un cocker spaniel o un dachshund, no como un labrador dorado o un terranova. Me parece que un beagle está más o menos bien.
Una metáfora no es verdadera o falsa de una forma ordinaria, las metáforas son arte, no ciencia. Pero, aún así, puede sentirse que están bien o mal. Cuando una metáfora no está bien, te deja confundido. Sabes cómo es sentirse “como una rueda cuadrada”, pero no cómo se siente estar “cansado como una ballena”. Con las metáforas hay una paradoja: casi siempre dicen cosas que no son ciertas, si dices “hay un elefante en la habitación”, en realidad no está uno ahí, buscando el plato de cacahuates en la mesa.
Las metáforas pueden ir a lo más profundo, traspasan como fantasmas la mente lógica. Además, estamos habituados a pensar en imágenes. Cada noche soñamos cosas imposibles, y cuando despertamos esa forma de pensar todavía está en nosotros, “nos quitamos los zapatos de los sueños” y “nos abotonamos a nuestras vidas”.
 Algunas metáforas incluyen la palabra COMO: “dulce como la miel”, “fuerte como un árbol”, a éstas se les llama SÍMILES: son metáforas que admiten que están haciendo una comparación. Los símiles tienden a permitirte pensar, las metáforas te permiten sentir las cosas directamente. Tomen la famosa metáfora de Shakespeare: “Todo el mundo es un escenario”; el mundo es como un escenario, sólo parece más estrecho, más aburrido.
Las metáforas también pueden habitar los verbos, Emily Dickinson comienza un poema diciendo: “No veía camino alguno, los cielos estaban cerrados (cosidos)”, inmediatamente sabemos cómo se sentiría que el cielo fuera una tela que se cierra cosiéndola. Pueden también habitar los adjetivos: “las aguas quietas son profundas” decimos cuando alguien es callado y pensativo, y lo profundo cuenta tanto como la quietud y el agua.
Uno de los sitios donde más claramente se encuentran buenas metáforas es en la poesía.  Tomen este Haiku del poeta japonés del siglo XVIII Issa: “En una rama que flota río abajo, un grillo canta”. Una primera manera de encontrarnos con la metáfora es sólo ver el mundo a través de sus ojos: vemos primero un insecto que canta en una rama que pasa en medio del río, aún cuando podemos ver esto, una parte dentro de ti reconoce en la imagen una pequeña representación de cómo es vivir en este mundo de cambio y de tiempo; nuestro destino como humanos es desaparecer tan ciertamente como lo hará ese pequeño grillo y, aún así, hacemos como él: vivimos, cantamos.
A veces un poema toma una metáfora y la extiende, construyendo así, a partir de una idea, en muchas direcciones. Este es el comienzo del famoso poema de Langston Hughes De madre a hijo: “Bien hijo te diré: para mi la vida no ha sido como una escalera de cristal, la mía ha tenido clavos, astillas y maderas rotas, y sitios sin alfombrar”. Langston Hughes hace una metáfora que compara una vida difícil con una casa en ruinas en la que se tiene que vivir. Esos clavos y astillas se sienten reales, duelen en tus propios pies y en tu propio corazón. Pero lo que describe la madre ahí es su vida, no su casa verdadera; el hambre, el frío, el trabajo fatigoso y la pobreza son lo que encontramos en esas astillas.
Las metáforas no siempre tratan acerca de nuestras vidas y sentimientos. El poeta de Chicago Carl Sandburg escribió: “La niebla aparece con pequeños pies de gato, se sienta viendo hacia el puerto y la ciudad en ancas silenciosas, y luego sigue su camino.” La comparación es simple: la niebla es descrita como un gato. Pero una buena metáfora no es un acertijo ni es una forma de descifrar significados ocultos, es una forma distinta de hacerte sentir y conocer algo. Nadie que escuche este poema lo olvida, puedes ver la niebla, y ahí cerca está un pequeño gato gris.
Las metáforas le proporcionan a las palabras una forma de ir más allá de su propio significado. Son las manijas en las puertas de lo que podemos conocer y de lo que podemos imaginar. Cada puerta que se abre nos lleva hacia una nueva casa y un nuevo mundo que solamente esa manija puede abrir. Lo sorprendente es esto: al construir la manija, puedes construir un  mundo.

Créditos:

Lección: Jane Hirshfield

Narración: Jane Hirshfield

Animación: Ben Pearce

www.benpearce.com





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