Va también la traducción:
El arte de la
metáfora
Jane Hirshfield
Al hablar, algunas veces decimos las cosas
directamente: “voy a la tienda, regreso en cinco minutos”. Pero otras veces al
hablar establecemos una especie de pequeña escena: “afuera llueven perros y
gatos” decimos, o “siempre esperando a que caiga el otro zapato”. Las metáforas
son una forma de referirse a unas cosas para describir otras cosas, lo que puede parecer un desvío,
pero no lo es. Ver, oír y probar, así es como conocemos en un principio
cualquier cosa. El filósofo William
James describió el mundo de los recién nacidos como una confusión de zumbidos y
florecimientos, las ideas abstractas empalidecen frente a esas primordiales abejas y flores.
Las
metáforas se piensan con la imaginación y los sentidos, el chile picante que
contienen explota en la boca y en la mente. Son tan precisos que no nos
detenemos a pensar en una gota de lluvia del tamaño de un gato o perro reales,
pero si lo hago, estoy bastante segura
de que el perro debe ser muy pequeño, como un cocker spaniel o un dachshund, no
como un labrador dorado o un terranova. Me parece que un beagle está más o
menos bien.
Una
metáfora no es verdadera o falsa de una forma ordinaria, las metáforas son
arte, no ciencia. Pero, aún así, puede sentirse que están bien o mal. Cuando
una metáfora no está bien, te deja confundido. Sabes cómo es sentirse “como una
rueda cuadrada”, pero no cómo se siente estar “cansado como una ballena”. Con
las metáforas hay una paradoja: casi siempre dicen cosas que no son ciertas, si
dices “hay un elefante en la habitación”, en realidad no está uno ahí, buscando
el plato de cacahuates en la mesa.
Las
metáforas pueden ir a lo más profundo, traspasan como fantasmas la mente
lógica. Además, estamos habituados a pensar en imágenes. Cada noche soñamos
cosas imposibles, y cuando despertamos esa forma de pensar todavía está en
nosotros, “nos quitamos los zapatos de los sueños” y “nos abotonamos a nuestras
vidas”.
Algunas metáforas incluyen la palabra COMO:
“dulce como la miel”, “fuerte como un árbol”, a éstas se les
llama SÍMILES: son metáforas que admiten que están haciendo una comparación.
Los símiles tienden a permitirte pensar, las metáforas te permiten sentir las
cosas directamente. Tomen la famosa metáfora de Shakespeare: “Todo el mundo es
un escenario”; el mundo es como un escenario, sólo parece más estrecho, más
aburrido.
Las
metáforas también pueden habitar los verbos, Emily Dickinson comienza un poema
diciendo: “No veía camino alguno, los cielos estaban cerrados (cosidos)”,
inmediatamente sabemos cómo se sentiría que el cielo fuera una tela que se
cierra cosiéndola. Pueden también habitar los adjetivos: “las aguas quietas son
profundas” decimos cuando alguien es callado y pensativo, y lo profundo cuenta
tanto como la quietud y el agua.
Uno
de los sitios donde más claramente se encuentran buenas metáforas es en la
poesía. Tomen este Haiku del poeta
japonés del siglo XVIII Issa: “En una rama que flota río abajo, un grillo
canta”. Una primera manera de encontrarnos con la metáfora es sólo ver el mundo
a través de sus ojos: vemos primero un insecto que canta en una rama que pasa
en medio del río, aún cuando podemos ver esto, una parte dentro de ti reconoce
en la imagen una pequeña representación de cómo es vivir en este mundo de
cambio y de tiempo; nuestro destino como humanos es desaparecer tan ciertamente
como lo hará ese pequeño grillo y, aún así, hacemos como él: vivimos, cantamos.
A
veces un poema toma una metáfora y la extiende, construyendo así, a partir de
una idea, en muchas direcciones. Este es el comienzo del famoso poema de
Langston Hughes De madre a hijo: “Bien hijo te diré: para mi la vida no ha sido
como una escalera de cristal, la mía ha tenido clavos, astillas y maderas
rotas, y sitios sin alfombrar”. Langston Hughes hace una metáfora que compara
una vida difícil con una casa en ruinas en la que se tiene que vivir. Esos
clavos y astillas se sienten reales, duelen en tus propios pies y en tu propio
corazón. Pero lo que describe la madre ahí es su vida, no su casa verdadera; el
hambre, el frío, el trabajo fatigoso y la pobreza son lo que encontramos en
esas astillas.
Las
metáforas no siempre tratan acerca de nuestras vidas y sentimientos. El poeta
de Chicago Carl Sandburg escribió: “La niebla aparece con pequeños pies de
gato, se sienta viendo hacia el puerto y la ciudad en ancas silenciosas, y
luego sigue su camino.” La comparación es simple: la niebla es descrita como un
gato. Pero una buena metáfora no es un acertijo ni es una forma de descifrar
significados ocultos, es una forma distinta de hacerte sentir y conocer algo.
Nadie que escuche este poema lo olvida, puedes ver la niebla, y ahí cerca está
un pequeño gato gris.
Las
metáforas le proporcionan a las palabras una forma de ir más allá de su propio
significado. Son las manijas en las puertas de lo que podemos conocer y de lo
que podemos imaginar. Cada puerta que se abre nos lleva hacia una nueva casa y
un nuevo mundo que solamente esa manija puede abrir. Lo sorprendente es esto:
al construir la manija, puedes construir un
mundo.
Créditos:
Lección: Jane Hirshfield
Narración: Jane Hirshfield
Animación: Ben Pearce
www.benpearce.com
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